César Aquino Maximiliano

Software Developer | Bombero Voluntario | Tech Instructor

Cuando correr te puede salvar la vida

Publicado el por César Aquino Maximiliano en la categoría

Un domingo por la noche conversaba con mi amigo en nuestro querido grupo 19, frente a la cabina donde todos los días, saliendo de clases, íbamos a jugar unos cuantos partidos en Play Station.

Eran casi las 8 de la noche cuando un carro blanco de lunas polarizadas daba vueltas por todo el grupo. Conversábamos de nuestras cosas importantes (en ese tiempo), como quedó el partido de alianza lima en la tarde, si mi amigo regresaba con su ex o no, o como haríamos para acabar la tarea que era para el día siguiente. Todo estaba bien, hasta que el auto blanco se para frente a nosotros. Yo me sentaba dando la espalda a la pista así que el que tubo la conversación era mi amigo.

– Conoces a un tal gato, vive por aquí me dicen — preguntó el chofer sin bajarse del auto.

– No nada — respondió mi amigo mientras yo veía como su rostro cambiaba rápidamente — de seguro te has confundido de grupo.

– Ah ok gracias.

En ese momento mi amigo se acomodó en su asiento y me dijo “Cuento hasta tres y corremos”. lo dijo con una voz baja y sin quitar la mirada del auto. “No voltees” me detuvo cuando me estaba dando la vuelta para ver que era lo que pasaba. No le pregunté porqué me pide eso, solo sabía que debía hacerle caso.

– 1… 2… — lo dijo casi en un susurro — 3! corre hue… — lo último si lo dijo en un grito.

Salimos corriendo como si nuestra madre se hubiera enterado que no habíamos entregado el trabajo y nos seguía con sus clásicos cucharones. Por un segundo mire hacia atrás y vi a un hombre vestido formalmente , parado donde me encontraba sentado hace unos instantes, ¡con un arma en la mano! apuntando hacia donde corríamos. “Deténganse!” gritó.

Mientras corríamos nos separamos, yo me fui por la cancha de fútbol donde había gente que me miraba de forma extraña (hasta ahora me lamento de haber querido usar a esa pobre gente de escudo). Y mi amigo se fue por los árboles. Cuando volteó a gritarles “no sabes quien soy yo” no se dio cuenta del árbol que tenía al frente y se fue de cara contra el. Aun así, con el dolor por la golpiza, siguió corriendo sin parar.

Corrimos y corrimos, ya sin mirar atrás. Sabíamos que los desconocidos (mi amigo me contó mas tarde que eran dos) habían regresado al auto, así que buscamos alguna tranquera para que no nos sigan.

Al llegar a casa de mi amigo nos escondimos en su balcón. Ambos temblábamos, no sé si por la adrenalina o por el miedo. Después de unos minutos ya nos levantamos y empezamos a reir, reir y reir.

Al día siguiente nos enteramos que los mismos vecinos del grupo habían atrapado a los dos desconocidos. En el auto encontraron armas y cadenas. En fin…

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