Camino por la calle y veo una jovencita mirando su celular, la veo tan feliz, cómo si todo su mundo estuviera metido en ello. Ella es la más linda, o al menos eso le hacen creer los 200 ‘me gusta’ que tiene su foto de perfil. Y justo en ese momento recibía 10 más. La foto llevaba solo 4 horas de publicada, era un nuevo record, nunca antes se había sentido tan feliz, ni siquiera el año pasado cuando el profesor de matemáticas le puso un 11 y logró salvar el curso.
Sigo caminando y veo que se detiene, su cara cambia de expresión, su felicidad se había desmoronado. Le acababan de informar que su ex pareja había publicado una foto con una nueva chica. Se detiene, respira hondo y entra al perfil de esa chica. Algo está mal, no era posible que la foto de perfil de esa tenga mas de 500 me gusta. Se acababa de dar cuenta que no era la más linda, que había en el mundo alguien mejor que ella, alguien que tenía dos cosas que ella siempre deseo: superar los 500 me gustas y estar con su ex.
La chica sigue parada, la veo marcar un número y llamar. Era su amiga, su hermana, bueno, la que debió ser su hermana ya que la que la esperaba en casa no la entendía. Rapidamente le informa de su descubrimiento, el amor de su vida estaba con una chica de 500 me gustas. Su amiga no lo cree. Sufren juntas, comparten el dolor, comparten el odio.
Corta la llamada. La chica se sienta en un banco, se peina con las manos y agarra su celular con la cámara frontal prendida. Sorprendido veo como su cara de odio cambia a una expresión de alegría y coquetería en cuestio de milisegundos. Quiebra un poco la cabeza y se toma una foto. Vuelve el odio a su rostro. Mira la foto una y otra vez, pero la elimina. Repite el proceso una vez más, y otra, y otra…
Me cansé de mirarla y sigo mi camino. Parece que no terminará nunca, parece que la vanidad no terminará nunca y que todos simplemente le daremos la espalda y seguiremos nuestro camino.